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viernes, 27 de diciembre de 2013

EPIFANÍA: manifestación del amor salvífico



VIVENCIAS FELICES

EN UN PUEBLO



  JUSTIFICACIÓN

 

La vida la recibimos como un regalo. En realidad, va a ser lo único que verdaderamente vamos a poseer a lo largo de nuestra existencia.

Y solamente llegaremos a hacer algo verdaderamente digno, si la vivimos a cabalidad:

No se trata de quedarnos sólo en soñar con grandes proyectos y metas, sino de construirlas, día a día.


Tampoco de centrarnos, únicamente, en disfrutar de los acontecimientos, de las oportunidades que se nos presenten, sino de trabajar por la felicidad de los demás seres humanos con quienes nos tratamos; pues eso es lo que, de verdad, nos dará el gozo de llegar a tener la certeza de que nuestra  vida no está pasando inútilmente, sino de que es un constante avanzar hacia ese Destino que nos hemos marcado.

Con esta historia, lo que pretendo es invitaros a pensar que cualquier persona sencilla, aún aportando sólo algo pequeño, aún en algún lugar perdido de lo ancho del mundo... puede contribuir positivamente a que sea posible un mañana mejor. 

                                                                     José-María Fedriani
 



PRIMERA PARTE:

1.-  DECLARACIONES PERSONALES.-
Es interesante que, antes de entrar de lleno en la historia, conozcamos a los personajes más fundamentales de esta historia. Por eso, vamos a escucharles ¿os parece?

 

SARA, LA MAESTRA RURAL:


El sueño de mi vida siempre fue: dedicarme a ayudar a la gente; desde luego desde la educación, pues es con cultura y formación como mejor se puede colaborar en el desarrollo de las personas y la sociedad.

Cuando terminé mi carrera, me planteé y quise ser maestra en un pueblo que realmente lo necesitara. Por eso, aunque podía haber conseguido un destino mejor, pedí como destino un pueblo tan perdido como Caminos de la Sierra.

Caminos de la Sierra es un pequeño pueblo de montaña con mucho encanto, queda un poco aislado a unos 170 Km. de la capital, las carreteras son malas, pero tiene estación de ferrocarril por el que sólo pasa un tren de cercanías, el que va para Sierra Blanca, con un tránsito de varios trenes al día.

 
Caminos cuenta en la actualidad con un núcleo de población de unos 100 habitantes.

 Aquí está mi escuela unitaria, que cuenta con doce alumnos, cinco de ellos tienen tres años, dos cuatro años, tres seis años, uno de ocho años y otro de once años. Aquí impartiré clases de primaria. Los alumnos o alumnas, luego, pueden optar por ir a algún Centro Rural Agrupado, para continuar sus estudios de educación secundaria obligatoria.

 
La escuela cuenta con dos únicas aulas, aunque sólo se utiliza una; pues no hay áreas concretas para cada edad, y trabajan todos en el mismo espacio.

El horario de la escuela es de diez de la mañana a una de la tarde y de tres de la tarde a cinco y media de la tarde, excepto el jueves por la tarde que no hay clase para ninguno de los pueblos de la zona, puesto que, una semana sí y otra no, tenemos reunión de las maestras y maestros de los cinco pueblos; normalmente nos reuniremos en Bonabosque, para tratar los distintos asuntos pendientes y compartir experiencias.

 Bonabosque está enclavado en un prominente cerro que es una roca marmórea sobre la que se alza un castillo árabe, toda una fortaleza... Es un pueblo aún más pequeño, pero la Escuela cuenta con más espacio, además de que tiene tres aulas y es ahí dónde reside el director.

Cuando llegué, yo estaba muy ilusionada. Aunque la verdad es que los primeros días me resultaron algo difíciles:
Primero porque algunas madres y padres desconfiaban de una maestrita joven y forastera.  Pero ese era un reto para que estaba preparada, y les supe convencer que no se preocuparan...,  que lo haría tan bien que ya verían como notarían pronto los avances de sus hijas e hijos.  Y para que se les quitara el miedo a que me iba a marchar pronto del pueblo, les dije que pronto invertiría mis ahorros en comprar un terrenito de los que estaba en venta; seguramente compraría una casa y alguna tierra de las que parecían abandonadas y situadas bastante cerca de la escuelita.

Luego, lo más duro de todo a lo que tuve que enfrentarme,  cuando aún no conocía el nombre de mis alumnos y ya apareció el inspector en clase: un hombre vestido formalmente, con su chaqueta gris oscuro, casi negra,  su corbata azul, su pelo pegado-engominado, peinado a un lado, sus gafas redondas... Parecía un personaje de película, pero era totalmente real. Y me estaba mirando de pies a cabeza, y movía la cabeza con ritmo pausado, como de metrónomo mohoso... Y, sin saber porqué, me hizo sentirme ridícula ante mis alumnos... En realidad no vino a nada, sólo a fastidiar un poco... ¿quién sabe por qué?

Casi sin darme cuenta pasaban los días. La familia que me había alquilado una habitación en su casa, era amable y acogedora... Me hacían sentirme bien.
A la otra semana, fui a casa. Inicialmente no tenía intención de ir a ver a mis padres hasta pasados unos meses. Pero como echaba en falta algunas cosas, pensando ya objetivamente, decidí ir a recogerlas y completar mi “equipaje” que, acaso, había sido demasiado ligero, trayéndome algunas cosas más que ya había necesitado, sobre todo mi bicicleta...


DANIEL, EL INGENIERO:

 Pasé bastantes años fuera del pueblo, estudiando, hasta conseguir mi formación profesional como ingeniero agrícola y forestal. Mi madre me dejó en herencia una finca. Ella siempre estaba solicitándome que trabaje la tierra y viva de ella; de dónde podré conseguir vivir sin dificultades económicas..., ni yo ni mis descendientes. Por ello mismo es que elegí mi profesión, bien orientada a la planificación y desarrollo de proyectos para el buen aprovechamiento de la agricultura, así como resolver problemas de conservación de los recursos naturales de la tierra.

 Al terminar mi carrera,  conseguí una beca de investigación y me quedé enganchado en la Facultad;  luego me ofrecieron un trabajo en la Capital, estaba bien reconocido y bien remunerado; aunque no me gustada que era, sobre todo, para resolver problemas a los más ricos... Era consciente de que, antes o después, debería hacer caso a mamá, pero no tenía prisas, me daba pereza irme para el pueblo...

Cuando mamá enfermó, pedí un permiso indefinido y me dediqué a ella. Después de varios meses de hospitalizaciones y tratamientos (para lo cual me quedé también en la urbe), una mañana, después de desayunar conmigo y hablar de proyectos de futuro..., se sintió mal, se echó en la mecedora... y falleció, agarrada a mi mano.
 
Después de esto, sin plantearme nada definitivamente, dejé el trabajo y me trasladé al pueblo... como queriendo recuperar mis raíces, encontrar  mi armonía interior... Al fin y al cabo, era el lugar donde habían nacido mis abuelos, donde habían nacido y se habían criado mis padres, dónde habían vivido toda su vida, donde yo había pasado mi infancia, mientras cumplía mis primeros estudios y, luego, siempre por las vacaciones, hasta establecerme en la capital.
De alguna manera era como volver a mis orígenes, a mi casa; con cierta ilusión y también con algunos temores, pues sabía que en el pueblo no había perspectivas de futuro, la gente joven salía; en la mayoría de las veces para no regresar... Y ya, apenas, conocía a alguien. Incluso me pensaba que difícilmente iba a poder tener muy pocas personas con quienes entablar unas relaciones de amistad.
Pero ¿qué otra cosa hacer?, creía que tenía que emprender una nueva etapa en mi vida. Y, ésta, debía empezar por encontrarme conmigo mismo. Además, queriendo leer lo que los acontecimientos me decían, creía que mis “circunstancias”  y la voluntad de mi madre era que me quedara a vivir en el pueblo...

Cuando llegué a Caminos de la Sierra, sonaban las cascadas campanas de la vieja Iglesia. Era domingo y se convocaba a la gente para alguna celebración...

 En ese instante, percibí algo profundo en mi adentro. Sentí como si mi vida hubiese sido una búsqueda de algo que no lograba encontrar y, ahora, en este lugar medio pedido de la geografía española... sentía un ¡esto es lo que yo quiero!
Quizá era un reencuentro con un profundo sentir de mi persona... Tal vez este paisaje, estos olores, este sonido estaban despertando algo registrado en mi memoria inconsciente, herencia genética de padres y abuelos...

TEO, EL TENDERO:

Ya no quedan, apenas,  almacenes como éste: aquí hay de todo. Desde jamón y fiambre variada hasta queso. También un poco de ropa, algo de botones, hilos; velas, faroles, azadas, rastrillos y otras herramientas para el campo, martillos, tenazas, clavos, tornillos; escobas, sogas y cadenas, etc.

En las estanterías de madera del rincón, tengo cuadernos, lápices, bolígrafos y rotuladores, cartulinas, papel blanco y sobres...

Y, en los cajones del largo mostrador que cubre todo el almacén, que al hacer esquina tiene forma rectangular,  almaceno los garbanzos y las judías, el arroz, el azúcar, sal fina y gruesa, diversas hierbas digestivas y aromáticas, caramelos.

 Nunca me falta vino en los barriles,  aceite en las tinajas y vinagre en algunas garrafas.

 Aquí, en mi tienda, veo perfectamente la situación de precariedad que vive la gente. No hay vecina o vecino del pueblo que no me estén debiendo algo.

 De todos modos, estoy muy agradecido a la Vida por todo lo que me ha dado y también por la posibilidades que me presenta, cada día, de ser generoso con la gente; eso me hace feliz.
No quiero ser paternalista, y por ello, pienso que he de cobrar lo que consumen o compran en mi tienda de comestibles y otros artículos de primera necesidad. Desde esta realidad, pienso que lo puedo hacer es ayudar a la gente a superar sus dificultades; permitiéndoles que se lleven las cosas cuando las necesitan y que me paguen más adelante, cuando puedan... Yo les voy anotando en mi libro de “cuentas” y espero, pacientemente, a que me vayan abonando lo que deben, casi siempre en cantidades parciales “a cuenta”...

Y, a veces, cuando les veo muy agobiados, también les hago préstamos con mejores condiciones que las que les dan las Entidades de Crédito de los pueblos de la comarca; y, sobre todo los que le hace el prestamista de Cerro Gordo.


ROGELIO, EL CARTERO:

 
Yo nací en Pampaneira, puro corazón de las Alpujarras. Pero me gané el puesto de cartero del término municipal de Monteverde y me vine para acá, en principio a ahí mismo. Luego, como conocí a Fuensanta, la que ahora es mi mujer, se me quitaron las ganas de buscar más novedades para mi vida y me vine a Caminos. 

Pero, en un par de décadas, la población se ha reducido a menos de la mitad, ya que los vecinos se iban a las ciudades en busca de empleos y abandonaban la vida en el campo.
Así es que, como me dijo una mujer abuela, cuya familia había vivido aquí por generaciones criando ganado, pero todos se escaparon como huyendo del lobo, "este es un pueblo que se está muriendo".

Es como una maldición: primero no hay trabajo en el pueblo. Las familias jóvenes que se pueden mudar,  lo hacen. Eso deja a los más viejos, que no tienen a donde ir, sólo ellos se quedan hasta morir. Luego el pueblo también morirá... La verdad es que me da mucha pena, pero ¿qué hacer?.

Ahora ha venido... una maestra nueva al pueblo. Es una chica muy linda, parece buena persona. Ojalá sea buena maestra... y le anime a nuestras hijas a estudiar algo para que el futuro les sonría. 

 Y también he visto que ha vuelto Daniel, el hijo de el Andrés y doña Maria Nieves.

 Yo con lo que cobro del Correo y las chapuzas, veo que casi no me alcanza para tirar medianamente desahogado; ahí tengo la tierra que he heredado de mis padres, pero yo no voy a hacer nada, pues ni sé ni me gusta...; a ver si consigo venderla.  A lo mejor, con suerte, ahora que se ha venido al pueblo, la quiere comprar Daniel, pues es colindante con su terreno.

EL CURA SALVADOR:
La verdad es que soy un pecador y Dios me ha puesto esta nueva prueba. Lo reconozco, es verdad soy un rebelde; pero es que, aunque el Obispo diga que soy un soberbio, yo me siento defensor de las Bienaventuranzas y creo, sinceramente lo pienso, que están antes y por encima del Catecismo y del mismo Derecho Canónigo.

 Pero claro, como no había ningún cura dispuesto a venir a un sitio como este, me han castigado con este destino. Así me callo y no hablo más de “teologías revolucionarias” en el seminario y cubren esta bacante para unos cuantos años...

 En el pueblo tenemos una bonita Iglesia gótica, llamada de Santa María; pero está en un estado tan ruinoso que ni siquiera se puede entrar por la puerta principal. El techo se cae a pedazos, cualquier día me quedo sin templo...

 A mí me toca atender a varios pueblos de la comarca y, aunque tengo mi casita en éste, a veces tengo que pasar la noche en otro lugar, normalmente de prestado o caridad.  En realidad es bonito ver cómo la gente, que es buena, me acogen y atienden como si fuese de la familia.

A ellos les gusta escucharme y yo disfruto contándole cosas...,  aprovechando para darles ánimo, despertarles la esperanza, decirles que el Padre-Dios es bueno y no le duelen nuestros errores...

  



 
SEGUNDA PARTE:

 
VIVENCIAS FELICES (LA HISTORIA COMÚN)

Esta historia de solidaridad y liberación comienza con la llegada a Caminos de la Sierra de Sara y de Daniel, dos personas que se conocen y son capaces de poner en marcha toda una “revolución de amor”; quienes llenarían de esperanza a mucha gente, y serían generadoras de experiencias positivas.


2.- ENCUENTRO EN LA ESTACIÓN.-


Domingo por la tarde...
Sara llega en el tren. Viene con un bolso grande y una mochila.  Se baja, dejando las cosas y vuelve a subir. Ahora lo hace con su bicicleta y la deja echada sobre el banco del andén.

 Espera ver marchar el tren. Luego se queda mirando el espectáculo que le ofrecía aquel atardecer...: aquella nubes, aquel sol que se escondía entre las montañas...

 Daniel que recién llegó al pueblo por la mañana, ha ido a preguntar por unos paquetes que espera.

 Ve a Sara, bonita, diligente, con aquella ropa tan deportiva, el pelo suelto y alado... que le atrae la atención.
Ella siente que la están mirando y mira al lado, ahí está ese hombre que no había visto hasta ahora. Sus miradas permanecen unidas durante un largo minuto...

 Ella vuelve a mirar a ese sol que se marcha, por unas horas, invitándola a que recoja sus cosas y se vaya a la casa.

Él piensa:  ¿cómo puedo entablar conversación...?
Rompió el hielo dirigiéndome a ella; lo hace con la pregunta:

 -         ¿Viajas con la bici?

-         Sí, sí, claro...
Y sigue:

-         Es que me viene bien cuando llego, para moverme por aquí e ir a casa, también para ir al a Escuela... y para dar paseos por la Sierra.

-         Ah,  es que... ¿eres la nueva maestra?
-         Sí, sí...
-         ¡Qué imagen más bonita!
-         ¿Cómo?
-         Bueno..., una mujer y su bicicleta; es, para mí, la imagen del siglo XXI... que, desde luego, creo que será mejor que los pasados...
-         Vaya, nunca lo había oído, pero me gusta...
-         A  mí me gusta charlar, como ves...
-         No es mala afición, aunque no siempre hay cosas que decir.
-         Bueno, yo tengo..., si quieres,  mucho de que hablarte...
-         Vale, pero no en estos momentos.
-         No, no hay prisa, deduzco que vas a estar algún tiempo por el pueblo...
-         Claro, claro, desde luego.
-         ¿Quieres que te ayude...?
-         No, gracias, déjalo, controlo bien la situación, mejor voy en bici...
-         Estupendo, nos vemos en otro rato...
-         ¡De acuerdo, ya nos vemos!
 
Sara carga el bolso y la mochila en el cesto, se monta en la bicicleta y se aleja...

Pero, ahora lleva algo nuevo en su cabeza:  Después de este encuentro ¿fortuito?, ¿providencial? se queda pensando y, sin querer reconocérselo pero teniendo que aceptarlo, se siente un poco emocionada... y está pensando cosas como: ¿existirá el flechazo? y... ¿por qué no? La verdad es que este hombre me ha despertado, desde los pies para arriba hasta la nuca un no sé qué... Vaya, quien sabe si he tenido que venir hasta aquí... Pues..., él aparenta treinta y tantos..., si yo tengo ahora veinticinco ¿que son siete u ocho años de diferencia? Además... ¿qué importa la edad? Lo realmente importante es lograr la “conexión” y poder compartir cosas, participar de la Esperanza, de la ilusión, ser capaces de, aunadamente, luchar juntos por un Mundo mejor...






3.- LA VIDA ES COTIDIANA.-

La tercera semana  de Sara en Caminos de la Sierra, fue la semana de las visitas:

 El lunes, por la mañana,  vinieron a verla dos madres:

- Hola, ¿la maestra?

- Sí yo soy, ¿qué quieren?

- Verá usted, venimos porque queremos saber si nos puede enseñar a leer...

- ¿Y cómo es eso que ahora...?

- Bueno verá, yo soy Asun, la madre de Leo, de Leopoldo Diezma Vera; ella es mi amiga Amparo la de los huevos...

- ¿Cómo?

- Sí la que tiene el corral de gallinas y vende huevos.

- Ya, ya, es que no entendí bien.

- Si Amparo Caudete,  ella es viuda, ni tuvo tiempo de tener ni un hijo.

- Vaya, lo siento...

- No, no; si el Ramón hizo bien muriéndose, el hijo de su madre; porque si no, cualquier día lo hubiese matado yo, o el me hubiese matado a mí.  Me tenía esclavizada.

- Vaya.

- ¿Es usted cordobesa?

- No, ¿por qué?

- Bueno por eso de “vaya” que lo he escuchado yo mucho por allá.

- Seguramente lo aprendí allí, pues yo estudié en Córdoba, en la Facultad de Ciencias de la Educación...

- Ya. No sí no era por nada.

- Pues vale, y ¿qué es lo que me piden?

- Queremos, como ya le he dicho, aprender a leer, aunque somos pobres y no tenemos dinero para pagar, aunque podemos traerle cosas de la huerta, huevos de corral de los mejores... ¿puede ser?

- Puede ser, claro que sí. Pero con dos condiciones: una, que no nos hablemos de usted; y dos: que no me falten a clase, porque si me quedo esperándolas dejando de hacer otras cosas y luego no vienen...

Sí, fue algo bonito y alentador. Una experiencia memorable para las tres mujeres; las cuales, desde ese mismo día empezaron con sus clases varios días a la semana.
Y por la tarde, un poco antes de marchar, llegó a la Escuela el cura:

 - Hola, venía a saludarte y a ofrecerme, por si, en alguna ocasión, necesitas de mí,  para algo...

- Ah, bueno, gracias. Pero así, ahora no se me ocurre... 

- Pues mira, verás, a mí tampoco, sinceramente, pero me han dicho que la costumbre es que los niños, bueno las niñas y los niños, participen muy activamente en las fiestas...

- ¿Y cuándo son las fiestas?

- Bueno, para la Navidad no falta tanto...

- Es verdad, aunque yo ahora no tengo nada previsto. Quizá si me das unos días para pensarlo...

- Estupendo. Yo también puedo ir pensando algo concreto.

- Pues conforme. En unos días nos volvemos a ver y ya quedamos a ver qué podemos hacer.

- De acuerdo. Nos vemos.

 Aprovechó para quedarse un rato arreglando la clase. Al cerrar la Escuela,  ya se hacía de noche. En el cielo limpio lucían miles de estrellas... Aquel espectáculo la llevó a sentir, quizá por primera vez desde que llegara a Caminos de la Sierra un profundo gozo que no podía explicar..., pero que le hacía sentirse satisfecha de estar ahí.

 

El viernes, a media mañana,  estaba Sara con su colección de “vistas inteligentes”,  haciéndoles memorizar los colores y las formas... cuando llegó Águeda, que se identificó como que era la que había estado maestra el año anterior.  De echo, algunas niñas la saludaron.

Le dijo que la perdonara, y que iba a acabar en unos minutos con la visualización de las fotos...

 

Estuvo allí un rato observándola. Luego le dio su opinión:

- Oye, esto es muy muy interesante...

- Sí. Yo, con estas fotografías e imágenes, aprovecho para desarrollar la capacidad innata que tienen todos para el aprendizaje, mediante la vista; así, de esta manera, responden a la curiosidad y ganas de aprender que tienen. Mis “vistas inteligentes” que yo las llamo, para ellos es como un juego, pero son una herramienta muy útil para la transmisión de información; pues enseguida reaccionan de forma muy positiva, y aumentan su memoria con la información visual que les llega a través de las imágenes que les muestro...

Después, dejó ir a jugar a los niños y  pasaron un rato charlando de cosas de la clase y los críos. Entonces le aclaró que ella era sobrina de Don Cosme, el inspector que estuvo a verla recién comenzó el curso. Y le comentó que quería disculparse, segura de que su tío le habría molestado, pues ya le había dicho a ella que él pensaba que era ella la que debería estar ahí, que esa plaza... era para ella y que no le parecía bien qué hubiesen tenido que poner a una maestra que no es ni del pueblo ni de la comarca, sino que podía haber seguido ella de interina toda su vida; que ahora con la venida de una maestra titular...


 - Oye (le dijo Sara), yo no tengo la culpa...

- No, por favor... (añadió Águeda) si yo no vengo a reclamarte nada; yo he venido a disculparme, pues sé que mi tío es un borrico con chaqueta...

- Mujer, tampoco hace falta...

- Sí, yo lo conozco. Además yo estoy muy bien ayudando a mi madre con la costura, en el taller.

- Vaya, que también eres costurera...

- Sí, sí. En realidad es lo que me gusta. Y ¿sabes? se me da bastante bien; lo que pasa es que mi tío, que es un mandón, le gusta disponer y dice que yo debo...

 - Vaya, que casi te hice un favor quitándote la plaza.

- Puedes estar segura. Y cuanta con una amiga.

- Y una buena modista ¿no?

- Cuando quieras.

- Muchas gracias,  Águeda.

- A ti.

 
A la semana siguiente, por saber más de las niñas y los niños, y también por coger ideas de qué se podría programar, les hizo una pregunta a todos:
 
- ¿Que es lo que más os gusta del pueblo?, ¿cuáles son las ocasiones en que mejor lo pasáis...?
Y le fueron contestando:

 - La fiesta del día de la Candelaria, cuando se hace el muñeco de esparto al que se le prende fuego y le damos vueltas mientras  arde...

- Pues a mí, dijo otra,  a mí me gustan los Magos, que reparten regalos en el Parque.

 Un chico apuntó:

 - No, no, lo mejor es cuando, nos reunimos las familias, con los amigos, para celebrar la fiesta de las castañas,  donde la gente se reúne por grupos de amigos y pasan toda la noche juntos  comiendo, bebiendo y pasándoselo bien.


4.- VIVENCIAS Y DIÁLOGOS EN AMISTAD.-

 Se encontraron, de nuevo, Daniel y Sara. Enseguida entablaron el diálogo:

 - Hola, ¿A dónde vas con la bicicleta?

-  Voy a intentar llegar a Cerro Negro que me han comentado que es un pueblo precioso...

- Lo es. Pero en bici ¿no será demasiado?

- ¿Tú crees?

- Bueno..., no son muchos kilómetros, pero las cuestas...

- Vale, he dicho que lo voy a intentar...

- Mira, te voy a proponer una cosa: si te parece, me esperas unos minutos y te  llevo en mi furgoneta...

- Vaya, tienes un coche...

- En realidad es la vieja furgoneta que fuera de mi padre. Padre la utilizó durante años, para traer los sacos de harina... pues mi madre, con su ayuda y la de mi hermana, atendían el horno de leña, él único que había en el pueblo, y la panadería... Pero cuando mi hermana falleció, lo dejaron prácticamente todo.

- ¿Qué edad tenía?

- Tan solo 19 años,  aún era una muchachita...

- ¿Y cómo fue? 

- Se puso enferma. Los médicos no supieron... Fue tremendo.

- Perdona si te he hecho recordar, acaso alguna historia triste.

- La verdad es que fue un golpe muy duro en nuestras vidas.  Para mí menos, pues yo salí del pueblo con doce años, y cuando venía de vacaciones, como Neva tenía sus amiguitas,  pues yo ya apenas si jugaba con ella, tampoco charlábamos mucho.

- Ya, ya, te comprendo.

- Para mis padres, y quizá más para papá, fue algo demasiado fuerte.

- Vaya.

- Pero, bueno, mejor hablemos de otra cosa: ¿cómo te va en la escuela?, eso de ser maestra, en un pueblo así..., tiene que ser difícil ¿no?

- Bueno..., hay que hacerlo. No es fácil ni difícil. Una clase unitaria tiene ventajas e inconvenientes...

- Como todo en la vida, claro.

- Eso es, como todo en la vida... ¿y a ti, como te va de agricultor?

- Pues, ciertamente, también tiene sus cosas. Aunque creo que, el saldo es positivo; ya te contaré algún día. Pero como yo no busco ser rico, ni me mueve la ambición,  pues creo que otro mundo es posible y me gusta ayudar a la gente y pienso que desde aquí puedo hacerlo..., aunque sea sólo a unas pocas familias... El mundo cambiará desde las cosas pequeñas, no hay otra manera.

- Es bonito, muy bonito, eso que dices, Daniel.

- Sencillamente... es lo que pienso y siento.

                                                             ==========

 En el viaje fueron hablando, tal vez filosofando sobre que la vida es algo más, tiene que ser un servicio abierto a todos..., que la vida es un regalo que lo merecemos volviendo a darlo...

 Al final, acabaron centrando la charla en la realidad personal de la chica:

 - Si la gente ve en ti una manera de vivir atractiva, convincente, intentará seguir tus pasos... y así serás su maestra; no sólo de los críos de la escuela, sino de todo el pueblo...

- Una vida alucinante: vitalista, atractiva, coherente, impulsadora...

- Llena de sentido...

- Eso es. Y este momento presente... es el más importante de mi vida...

- No entiendo a la gente que se plantea la vida sólo pensando en sí mismo, incluso cuando hablan de amor y matrimonio se lo plantean como una alianza de egoísmos compartidos.

- Claro y por eso muchas relaciones acaban por convertirse en luchas de poder; siendo, mutuamente, como ladrones-vampiros de energía...

- Cuando no se tiene clara una tarea común, una misión que supera a las ocupaciones cotidianas..., se puede caer en la rutina de vivir para vivir; o sea, de subsistir vegetando...

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Sara, el jueves, aprovechando la tarde libre, fue a hacer unas compras a "La Casa Nueva", el almacén de Teo.   

 Estaba acabando de recoger el cesto lleno de cosas y el rollo con las cartulinas, cuando entró Daniel. 

 Al verlo, ella sintió como un estremecimiento...

 Quizá él no se dio cuenta,  o acaso también sintió una cierta alteración en sus emociones...

 Despacio, se le acercó y le dijo:

 - Si me esperas un par de minutos, te acompaño y ayudo a llevar algo...

- Bueno, me puedes acompañar, pero me apaño con mis compras.

 Ya en la calle:
- ¿Sabes qué?

- Si no me dices...

- Que he decidido comprarme también una bicicleta...

- ¿Por...?

- Envidia cochina..., digo que... me gusta la idea de recorrer los caminos y cañadas mejor con bicicleta que con la furgoneta.

= = = = = = = = = =

El domingo por la mañana, Sara fue a visitar al cura  Salvador:

 - Hola, ¿podemos hablar un rato?

 - Claro, para eso estoy.

- Era referente a lo que me planteaste el otro día. Yo no sé si tú ya pensaste algo ni si lo que yo...

- No, yo apenas lo he reflexionado todavía. Dime.

- Verás:  como todo el mundo sabe, durante la infancia, el medio de conocimiento, aprendizaje y expresión por excelencia es el juego, constituyendo una fuente de placer con significado y finalidad en la misma.

- Sí, ¿a dónde quieres llegar?

- En los juegos, las niñas y los niños reflejan sus experiencias más próximas, sus expectativas, aprenden comportamientos, actitudes y habilidades ante diversas situaciones que van conformando su personalidad futura...

- ¿Y...?

- Quizá con motivo de Navidad y Reyes Magos..., yo he pensado poner en marcha un “club de juegos”... ¿que te parece?

 - No está mal... es importante invitarles a que aprendan a relacionarse, a desarrollar su afectividad positiva.

-  Eso, exactamente. Que sientan la amistad, para que puedan ser buenas amigas, amigos de verdad;  que tengan ilusiones y de esas experiencias... vivan con ganas de vivir...  ¡sientan el gozo de la propia existencia!

- Perfecto. Aunque creo que habría que poner en marcha un proyecto que fomente los juegos no bélicos y quizá también los no sexistas.

- Por supuesto. A mí me parece bien... Yo, de hecho, había pensado en juegos como:  el trompo,  la piola, la comba, el aro, el escondite, el salto del pastor, la gallina ciega, quizás una piñata, o... acaso un teatro o representación de la Navidad...

- Oh, esa es una magnífica idea. Incluso podríamos implicar a los padres y madres ¿qué te parece?

- Me encanta la idea.

- Bueno, seguimos madurandolo y nos volvemos a ver.

- En eso quedamos. Y gracias.

- De nada, mujer. En todo caso, gracias para ti.

- Venga ya...
= = = = = = = = = =

 De regreso a casa, de nuevo se encontró con Daniel.

 - ¿Qué haces... por aquí?

- Vine a hablar con el cura.

- Bueno, bueno, y yo que pensaba...

- ¿Qué pensabas...?

- Nada, es broma.

- Sí estamos programando actividades extra-escolares...

- Ah, se me olvidaba que eres la maestra, perdona.

- Muy gracioso... ¿y tú, qué?

- Pues... mirando el paisaje y esperando encontrar a alguien con quien compartir este día tan bonito.

-  Oye, pues es lo que yo estaba pensando: a ver si encuentro alguien que me lleve a conocer los alrededores...

- ¿Cierto? Pues.. ¡aquí tienes a tu guía!

- Gracias, gracias.

 Y fueron en dirección al valle, una vez situados en una loma donde se divisaba un amplio paisaje. Entonces, el joven, con cierto tono de solemnidad, empezó a explicar su lección:

 - Bueno, señorita: estamos en Caminos de la Sierra, a 750 metros de altitud sobre el nivel del mar. Se trata de un pequeño pueblo de una bella comarca... que se asienta en el regazo de la Sierra. Como ya habrás observado, es un pueblo de casas blancas que, puertas adentro esconden espléndidos patios inundados de luz y color, con sus macetas colgadas, llenas de flores. Es típico por sus calles empinadas... y por doquier se pueden contemplas magníficas vistas.

 Por ejemplo, ahora: Ante la vista se nos despliega todo un multicolor paisaje de olivares, tierras de labor y huertas; al fondo, a oriente, Sierra Nevada. El relieve del terreno está constituido por cerros, lomas, pequeñas cordilleras, altozanos y oteros y algunos barrancos.

Como es fácil de deducir, la principal actividad económica es la agricultura, con explotación de cereales y olivo. Las actividades ganaderas se concentran en los ganados lanar y caprino. En lo más enriscado de la sierra abundan las cabras montesas...
Se producen cereales y leguminosas. También una excelente miel, pues existe el la comarca bastante cantidad de ajedrea, tomillo, salvia y espliego.
- ¡Qué buen guía!. Que información más completa.
Y siguió, ya con un tono de voz algo más jocoso:

 - A la izquierda, se puede distinguir la vecina aldea Shukran, que parece como si, por no caer,  se agarrara a las laderas de la peña...

 Y mirando hacia el otro lado, merece admirarse el espléndido paisaje que ofrece la vertiente norte de Sierra Roja, que es aquella impresionante mole de piedra rojiza, bordeada por la nota verde de viñedos, tejos y pinares, que cuando sea más invierno estará coronada por una blanca montera de nieve.

Y... mirando al centro, digo adentro... ¿que te parece si vamos a comer algo?

- No estaría mal, ¿qué se te ocurre?

- Yo tengo en casa un jamón de Juviles recién empezado, ¿si gustas?

- Vale, me apetece.

 Aquella fue una jornada diferentes para los dos. Charlaron de muchas cosas, Daniel estuvo enseñando a su nueva amiga viejos álbumes de fotos, contándole anécdotas de su infancia y juventud...

 Ella quedó en enseñarle sus fotos, las pocas que tenía en el pueblo, otro día... y las demás,  tendría que esperar para otra ocasión.
Cuando se estaba haciendo de noche, el joven acompañó a su amiga. Luego le dijo:
- Cuando te parezca, si quieres, vamos a otro sitio de excursión... Aunque yo lo veo muy peligroso.

- ¿Por qué?

- Pues porque me estoy enamorando de ti.

- Bueno... de momento, prefiero no haberme enterado de eso último que has dicho.  Pero lo de hacer otra salida, vale, ya lo hablamos.




5.- TAREA Y COMPROMISO.-

La joven maestra estaba conociendo la profunda realidad de aquel  pueblo de fachadas blancas de pura cal, rejas forjadas y muchas flores, de bellos rincones cargados de sabor andaluz, de estimulantes lugares, dotados de singular belleza... pero que no todo era tan bonito.

Existía una evidencia que todo el mundo comentaba y sufría: los años anteriores, habían sido muy malos... y éste no parecía que fuese a ser mejor. Todo el pueblo estaba hipotecado. No había nadie libre de deudas. Había familias que no tenían ni para comer...

Pensativa y algo cabizbaja Sara se fue camino del río... Después de andar y desandar un rato, se sentó sobre una roca y observaba como corría el agua.

Estaba con el pensamiento muy lejos, cuando escuchó:
- Oye, te veo triste... ¿te sucede algo? o quizá me estoy equivocando...

 Era Daniel. Venía cargando una saca de castañas.
La chica contestó:

 - Pues... más que triste, preocupada.

- ¿Se puede saber el motivo?

- El caso es que..., cada día, me encuentro ante unas situaciones tan difíciles...

- ¿Y eso?, ¿dónde, en la Escuela?

- Verás, es que...

Hace un silencio. Luego sigue:

- ... es que cada criatura que viene a la Escuela trae detrás un problema. Bueno, no son todos, pero casi todos.

- Sí, yo también estoy descubriendo cosas de las que no era consciente. Aquí pasan muchos percances a diario que no sé cómo podrían solventarse: falta cultura, faltan medios, faltan ilusión y esperanza...

- Además he sabido que hay más chicos en edad escolar que no ha pisado la Escuela todavía...

- Pero ¿y tú qué puede hacer ante eso...?

- Ese es el tema, que creo que debería hacer algo, pero no sé... ni qué hacer, ni cómo hacerlo. La verdad es que yo no sé si sé cumplir con lo que se me pide en este pueblo...

- Bueno, ¿quizá buscas la perfección...?

- No, no es eso, es que quiero hacerlo bien, simplemente.  He venido a este pueblo para enseñar, para mejorar el nivel cultural de sus habitantes ¿no?

- ¿Y no lo estás haciendo? Yo pienso que enseñar exige seguridad, capacidad profesional y generosidad, y me parece que a ti acaso te falta de la primera cosa, pero de las otras dos te sobran...

 - Bueno, me explico:

- Soy todo oídos. 

- Mira: Yo he llegado a la conclusión de que la verdad es el primer paso para transformar el mundo. Y creo que lo primero que tengo que hacer es ser sincera conmigo misma: ser yo misma. La gente que no busca y dice la verdad, es una falsedad. Y la gente falsa, como la moneda falsa, va de mano en mano... hasta que, por fin, alguien la tira a la basura.
- Conforme, bonita metáfora.
- Bueno y, al respecto, tengo que vivir reconociendo que no lo sé todo; que tengo mucho que aprender... empezando a hacerlo por mis propios alumnos. Todo el mundo sabe unas cosas, todo el mundo ignora otras cosas. Por eso, al relacionarnos, tenemos la gran oportunidad de aprender, siempre. En el acto de educar y dejarme educar por las niñas y los niños que vienen a mi clase, yo veo una tarea de mutua solidaridad. Cada día, lo que hacemos es compartir la vida...
 
Porque estudiar no es llegar a terminar el libro de cada materia, yo no pretendo que consuman palabras, cifras, ideas..., sino de que aprendan a crear y a recrear ideas y conceptos.

 -  Esto está muy bien, me gusta tu idea.

- Gracias, amigo. Es que yo pienso que tengo ayudarles a crecer como hombres y mujeres libres, capaces de descubrir su propia verdad y vivir consecuentemente.

 Y por eso, si bien tengo que decirles muchas cosas, también tengo que escucharlas y escucharlos, sabiendo respetar todo lo que me traen en sus cabezas, empezando por lo que creen, siguiendo por lo que piensan y descubren...

= = = = = = = = = =

Decidida a dar más de lo que se pedía, el sábado siguiente, Sara decidió ir casa por casa... Estaba segura de que podría recuperar a alguno de esos niños que no venían a clase...

 Así fue recuperó a cuatro niñas y a dos varones. Quizá había más; pero, de momento, se sentía satisfecha.  Además ya no había más mesas disponibles en la clase.

 Sara tenía un corazón tan grande que no le cabía. Le dolían muchas cosas que veía, y se daba cuenta de que no podía abandonar a aquella gente. Cada día se encontraba alumnos que faltos de una buena alimentación tampoco tenían capacidad para atender bien a sus explicaciones. Cada día se enteraba de familias desintegradas por razones económicas, por falta de salidas laborales en la comarca...

 Cuando descubría las calamidades y grandes necesidades que casi todo el mundo pasaba, a veces le costaba mucho el tener que soportar el mismo hecho de no poder hacer nada. Ella, siempre, suspiraba y se decía ¡si yo pudiera...!

Al pasar junto a río, con el cauce casi helado, Sara lloró amargamente.  Y mirando al cielo gritó:


-         ¡¿Por qué?!
No parecía que hubiese por allí nadie para oírla...

Pero hete aquí que el Universo, acaso el Padre-Dios,  la escuchó y, por eso,  un día cercano...  encontraría un gran tesoro, la solución.

= = = = = = = = = =

Aquella tarde,  pensó dedicarla a arreglar y decorar la clase; pero, una vez allí, se dio cuenta de las mil cosas que le faltaban y que,  para poder ambientar aquello como quería, a su gusto, antes necesitaba ir a comprar varios adornos navideños...  a algún pueblo cercano.
Salía con su bicicleta de  la Escuela, cuando vio a Daniel que pasaba por allí. Le comentó su plan y él se ofreció a llevarla hasta Adra, donde seguro encontraría bastantes cosas.

 Ella le dijo:  

 - Bueno, ese plan es mejor que el mío, pero ¿no te voy a hacer perder la tarde...?

- En absoluto. Lo que tenía que hacer hoy, prácticamente lo tengo ya todo listo...  Y además a mí también me interesa ir, pues así aprovecho  e intento verme con un viejo amigo al que le quiero pedir unas orientaciones técnicas.

- Vale, si es así...

- Y además puedo enseñarte algo de esa población que fue, durante siglos, escenario de mil correrías de piratas...

- Vaya,  no renuncias a tu tarea de guía turístico...

- Pues no, turista. Y además...

- Además... ¿...?

- Que por cierto... que estás preciosa con la trenza.

- Vaya, me vas a hacer enrojecer.

- Bueno... mientras vas y sueltas tu vehículo, yo hago una gestión de camino y vuelvo con la furgoneta...

Daniel tenía ganas de charlar y compartir con Sara sus planes. Así que,  mientras conducía, en cuanto estuvieron en la carretera, enseguida empezó a comentarle:

 - Desde hace ya varios días que tengo intención de ir a Adra a hablar con Nicolás, un amigo mío desde el Instituto, que se hizo Técnico de Senderos y trabaja en la Escuela Andaluza de alta montaña. Es una persona con muchas ideas y seguro que sabe todos los requisitos necesarios para poner en marcha una cooperativa.

- ¿Qué estás pensando, poner en marcha una cooperativa?

- No estoy seguro, pero pienso que puede ser una buena fórmula para  promocionar la agricultura, tal vez la apicultura...

- Oye, esa idea es muy bonita y yo creo que con muchas posibilidades de futuro, ¿no? Pero, claro... además de producirlo, luego hay que ver qué cauces hay para la comercialización de la miel, el polen, la jalea real... ¿qué más?

- Muy bien, señorita maestra, también el propóleo, la cera...
- Gracias, ingeniero.
Daniel paró el motor y le planteó a Sara:

 - ¿Y si antes de hacer las gestiones,  nos asomamos a ver el mar?

- Como quieras (dijo ella) pero yo lo haría al revés, primero las cosas que veíamos a hacer y luego...

- Vale, vale, de acuerdo.

 De todos modos, Daniel todavía hizo un pequeño recorrido por el barrio viejo, lo que era Adra cuando fuera un importante asentamiento en  la época musulmana. Mientras siguió comentándole sus proyectos a su amiga:

 - Mi intención es crear puestos de trabajo y riqueza. Si la vida me ha puesto delante una serie de posibilidades, son oportunidades que he de aprovechar...

- Me gusta tu manera de entender la vida. 

- Gracias.

- Gracias a ti por aparecer en mi vida...

 Aparcaron el vehículo, se miraron fijamente a los ojos, sonrieron en silencio... y quedaron en encontrarse después de una hora.

 Cuando ella llegó, él la esperaba junto a la furgoneta.
- ¿Y qué tal...,  vistes a tu amigo?

- No,  pero sí logré hablar con él por teléfono; por lo menos ya estamos en contacto.

 Al entrar en el vehículo, Sara encontró:
 
En su asiento,  un ramo de rosas amarillas y rojas. En su boca, un beso a punto de brotar.


= = = = = = = = = =

 Hacían exactamente cien días de su llegada a Caminos de la Sierra y ella se sentía ya vecina del pueblo...

Pensando y pensando, a Sara se le ocurrió que debía decidirse ya por adquirir una finca, y apoyar la idea o sueño de su ya más que amigo Daniel: la de organizar una cooperativa agrícola... para ayudar a la gente. 

 Para lo cual, la finca “en venta” del cartero... ¡cumplía todos los requisitos!

Aquel día, Sara lo tenía todo claro: con sus ahorros y también pensando pedir algo prestado a sus padres, decidió comprar aquella finca. Así, además de ayudar a aquella familia, ella podía plantearse tener su propia casa y un terrenito, para convertirse en “socia” de la (ya muy posible)  cooperativa.

Cuando fue a casa de Rogelio, él no estaba, pero sí su mujer, Fuensanta. Al preguntarle si la finca del caserón seguía en venta...,  la señora se puso tan contenta que le pidió que pasara y le dijo a la mayor de las hijas que fuera corriendo a buscar al padre. Esa misma tarde cerraron el trato.

 Curiosamente, al arreglar las escrituras, se vino a descubrir que la finca había sido anteriormente propiedad de una tía abuela de Daniel, la cual se hizo religiosa y la cedió al pueblo, pero que como nadie le dio utilidad y la casona grande quedó en ruinas, el entonces alcalde, la vendió, por cierto muy barata; utilizando el dinero para arreglar las veredas del río y hacer una cancha para deporte.




 

6.- ROMPIENDO DISTANCIAS.-


Sara ya tenía las escrituras de la casa y parcela. Quiso dar un paseo por su nueva propiedad...

Daniel, para pensar..., salió a dar una vuelta por su campo...
Se encontraron en la finca, cada uno a un lado de la valla. Ahí había una gran separación, un espacio que era verdaderamente un muro casi de un metro, a base de gruesas piedras apiladas... Pareciera que habían querido distanciar los dos terrenos ex profeso.

Sara le dijo a Daniel:

- ¿Qué te parece vecino?

- El destino nos une y nos separa...

- ¿Tú crees?

- Bueno, es evidente...

- Evidente es que esta separación es sólo una frontera... artificial.

- Sí, pero...

- Pero ¿qué?

- ¿A qué me invitas... si la salto?

- Pues si quieres cenar... ¡algo tengo!

- ¡Voy!

De un salto, Daniel cruzó la vaya.
Luego ella dijo:

 - ¿Y si lo echamos abajo... ahora, entre los dos?

- Estoy de acuerdo, contestó él. Pero ¿no me habías invitado a cenar?

- Es verdad, dejamos lo de romper fronteras para mañana.

- Conforme.

 
= = = = = = = = = =

Daniel ayudó a la chica a preparar la cena: patatas fritas acompañadas de con huevos y chorizos, además de un trozo de queso.

Luego, entre chistes y bromas empezaron a decirse cosas serias.

Ya después de la cena, ella dijo:

- ¿Y cuándo vamos a organizar otra visita turística?
El contestó:

 - ¿Y cuándo me vas a querer escuchar lo que te quiero decir?

- Bueno..., pues ¡ya!, dime... ¿sigues enamorándote...?

- Pues no, ya no...

- Vaya, qué corte; ahora que yo...

- No, no me estoy enamorando, estoy ¡locamente enamorado de ti!

- Pero...

- Sí, ¿cómo sabes que hay un pero?

- Pues porque ya te voy conociendo y casi lo leo en tus ojos. Anda, dime, quiero escuchar todo lo que estás pensando.

- Verás...  a ver si me sé explicar:

- Seguro que sí, y si algo no comprendo te prometo que te pido que me lo aclares.

 - Bueno, te digo lo que yo pienso, quizá esté equivocado: Las personas somos como granos de trigo... La vida no nos pertenece. En realidad, somos nosotras y nosotros quienes pertenecemos a la vida. Así, nuestro vivir, nuestra existencia, es un estar aquí... para transmitir aquello que hemos recibido. La vida se nos regala, pero no para que nos la quedemos, sin más; sino para regalarla también. Se nos da para darla... Es la ley de la Vida. Nacemos, vivimos, damos vida, nos alejamos en silencio, como vinimos... No podemos pensar que algo o alguien nos pertenece... Sólo pertenecemos a la vida. No vale decir “me entrego a ti para que me hagas tuya”, o “eres mía”, “yo soy tuyo”...

 Un silencio.

 - Sí te sigo...
- La entrega es entera y total a la Vida, no es parcial y “medida”... Por eso, el matrimonio, como normalmente se entiende,  me parece como un sin sentido... Eso de “hacerte mía” o de pretender yo “ser tuyo”... me parece una falsedad, es una promesa imposible de cumplir...

- Ajá, te entiendo.

- Paralelamente... lo de “casarse” (que suena casi igual que cazarse), me parece un “hipotecar” la vida para tenerte que dedicarte a “cumplir” normas establecidas y tener que abandonar lo que yo creo fundamental en la Vida...

- ¿Cómo qué?

- Crecer como persona, ayudando a otros a crecer...

- Bien, me parece bueno tu razonamiento: Quienes creemos en la Vida y pensamos y queremos creer que el futuro va a ser mejor, pero esto nos lleva al compromiso de vivir en función de la Vida.

 - Efectivamente. La tarea de defender la Vida, de dedicar mis esfuerzos por mejorar... no es algo a hacer o no hacer, si es que me viene en ganas.

 - Y claro,  el optar por vivir en pareja, por formar una familia y tener hijos, no es algo que nos vaya a exonerar de otros compromisos, ni aún teniendo mucha tarea con los abuelos o con los hijos...
- Eso es, mi amor. La finalidad de un modo de vida no está en si mismo. El estar casado, soltero, célibe o viviendo en compañía no son un fin. Nuestra “misión” no es, no puede ser, el vivir de esa manera determinada que hayamos elegido. No se trata de ir renunciando (a tantas cosas “no posibles” en ese estado civil “elegido”), sino de saber vivir, a cabalidad, todas las posibilidades que vamos a ir teniendo que hacer de nuestra vida el compromiso, radical, de una entrega total a la causa de la Esperanza en un Mundo Mejor.

 
- Tú no quieres, como muchas parejas, en muchos lugares del mundo, se lo plantean como objetivos de sus vidas: el tener una vivienda digna, lograr un cierto nivel de bienestar, tener unos hijos y educarlos para que ellos, así mismo, puedan vivir dignamente...

 
- Yo no digo que no esté bien. Pero eso, para mi, no es suficiente. Eso me parece tener una visión muy pobre y recortada de lo que es la vida.

- Pues yo, Daniel, estoy de acuerdo contigo. Plenamente... ¿qué más?

- Que si es así, ven, déjame que te abrace fuerte y que te diga...: Sara, ¿quieres ser mi compañera en este camino de la vida?

- Sí Daniel, quiero ser tu mujer, tu compañera y ¡hasta la muerte!

 
= = = = = = = = = =

 
Casi al amanecer, y, sin pensarlo más, la pareja, empezando con patadas y luego, como utilizando todo un símbolo de romper distancias,  fueron retirando las piedras con las manos.

 
De pronto, ahí, justo donde estaba la valla o cercado que las separaba, al derrumbarla... apareció un cofre repleto de piedras preciosas. 

 -         ¡Oh!, Vaya, ¿qué será esto?

-         Pues por lo que yo veo... ¡es un tesoro! que estaba escondido... y ahora...
-         ¿Nuestro?
-         A ver ¿de quién si no?
-         No sé..., quizá...
-         Quizá..., pero...
-         ¿Pero?
-         ¡Nosotros, tú y yo, somos los administradores!
-         Estoy totalmente de acuerdo contigo.
Y se dieron la mano, como si hiciesen un pacto, como si firmaran un compromiso de lealtad.

 Sin decir nada a nadie, al día siguiente, aprovechando que era el último viernes antes de vacaciones, Sara dejó a los críos sin clase, encomendándoles que recogieran muestras de plantas..., y se fueron a la Capital, y una vez comprobado su valor y reconocida su titularidad, hicieron ya efectivo una parte de aquel gran patrimonio...

Al regreso, ya atardecía, precisamente en el tramo del viaje en que se ve, a lo lejos, el mar Mediterráneo, la pareja estaba tan feliz, soñando e imaginando nuevos proyectos... y el panorama era tan espectacular,  que Daniel cogió la mano de Sara y le dijo:

 - Con tu quiero y con mi puedo...
Ella, entonces siguió, ya canturreando:
- “Con tu puedo y con mi quiero...
vamos juntos compañero”.

 
Y él, aseverando:

- ¡Vamos, juntos, compañera!

Ella calló. Y luego siguió:

“ Si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle, codo a codo,
¡somos mucho más que dos!”

El joven cerró la boca de la chica con un beso.
Y, luego, con una palabra, dio por testificada su manifiesta intención:
 
- Gracias.


7.- LA SIEMBRA GENEROSA.-


 Ambos lo tenían claro: ellos, los dos, eran administradores de una riqueza que estaba en sus manos para resolver problemas y generar nueva riqueza, tenían la responsabilidad de responder a todo lo que, gratuitamente, habían recibido... ¿no era, acaso, algo que les llenaba de gozo y felicidad?

 Ahora tenían bastantes cosas que programar, pero lo primero sería llenar de alegría a todos los habitantes del pueblo.

 Y los problemas económicos eran una realidad que tenía a mucha gente a borde de la desesperación.

El sábado, desde muy temprano,  así en estas, fueron a ver a Teo, en primer lugar. Para luego acercarse a la cercana población de Villanueva, dónde estaba el Banco y la Caja dónde la gente de la comarca tenía sus créditos; y, por último, también fueron a ver al prestamista de Cerro Gordo. 

 Así se desarrolló su jornada:

Se dirigieron a la tienda de Teo y le dijeron:

- Por favor, atiéndanos: hemos sabido que usted ayuda a mucha gente vendiéndoles alimentos y otros artículos de primera necesidad, dándoles todas las facilidades, aplazándoles el pago de sus deudas; incluso nos han informado que concede algunos préstamos sin interés...

- Bueno, hago lo que alcanzo a hacer para ayudar a la gente... Y ¿a qué se debe esta visita?, ¿acaso necesitan algo de mí...

- Sí, necesitamos que nos haga un favor; esperamos que no le parezca mal.

- Pues si está en mis manos...

- Le contamos: hoy, por una serie de circunstancias un poco complicadas de explicar... pues..., el caso es que nos sentimos muy muy felices y nos gustaría no ser los únicos.

- ¿Y...?

- Somos conscientes de la realidad que están viviendo los vecinos de este pueblo; algunas personas, nos consta, no tienen lo imprescindible para vivir dignamente...

- Efectivamente, a mí también me consta.

- Bueno, pues a lo que vamos: nosotros no tenemos problemas económicos; a nosotros nos sobra el dinero, nos sobra bastante dinero, pero no podemos sentirnos realmente felices viendo como tenemos, tan cerca, a niños, mujeres, hombres, de todas las edades,  pasando hambre y tantas otras necesidades.

- Pues, díganme qué han pensando...

-  Para empezar, nos gustaría que nadie tenga deudas... Si fuera posible  que las deudas de todos... ¿A cuánto asciende el monto de las deudas que... ?,  ¿cuánto  le deben, entre todos?.

- Bueno pues es que...

- ¿Qué pasa?, ¿es que cree que... ? 

- Verán ...: es que ni lo sé, lo voy anotando aquí... (señaló con su índice un grueso cuaderno con pastas de cartón), pero casi sabiendo que nunca voy a cobrar la mayoría de...

- !No importa!. Díganos por encima, tirando para arriba, a cuanto ascienden las deudas de los  lugareños?.

- Pues... unos 100.000 ..., repuso el tendero.

- No, calcule por lo alto: le vamos a pagar todo. !No más deudas!

- Con 100.000 está bien;  volvió a decir el anciano comerciante.

- Bueno, pues para que no le falte... tome 125.000, ¿le perece bien?

- Estupendo, esto es como un cuento de Navidad.

- Vaya, entendámoslo así.

- Pues bueno. Muchísimas gracias. Y... ¡ya nos vemos otro día!

- Gracias a vosotros.

- Ah, otra cosa: no es necesario que le diga a nadie quien les pagó la cuenta.  Esto no lo hacemos para que nos lo agradezcan, es que... más bien lo hacemos para darle sentido a nuestras vidas: hacer algo que merezca la pena, cosas que transformen, siquiera un poquito, este mundo... Sí que sepan, en cuanto pueda decírselo, que tienen perdonada sus deudas, que ya no le deben nada; pero ya está.

- Sí, os comprendo. Id con Dios.

  
A continuación, tomaron la vieja furgoneta y salieron camino de Villanueva. Una vez allí, fueron al Banco y a la Caja de Crédito y Ahorros para saldar todos los créditos de todas y todos los habitantes del pueblo de Caminos de la Sierra; ingresando el total de sus deudas, hasta saldarlos, para luego hacer una imposición en cada cuenta del mismo importe que debían, para que todas las cuentas quedaran con el mismo saldo pero en disponible.

 Y luego, también les dijeron:

- No digan a nadie que hemos sido nosotros quienes les ingresamos el dinero; sólo a quienes lo pregunten insistentemente. Bueno, nos gustaría que lo hicieseis del siguiente modo: cuando alguien pregunte por primera vez, le dirán: fueron unas personas que les quieren felices; sólo si alguna persona insiste, decidle que fuimos nosotros.

- No hay problema, así lo haremos.

- Muchas gracias. 

Así fue, más o menos, en las dos entidades.  Además todo fue bastante rápido.  De camino, pasaron a ver al usurero de Cerro Gordo.

 Era todavía temprano cuando regresaron al pueblo. Aprovecharon para dirigirse a la Iglesia y dejaron un sobre con dinero en el cepillo con la anotación: “para el arreglo del techo y demás desperfectos”.

 
A continuación, recogieron unas cosas y se marcharon de vacaciones; para pasar las Navidades con los padres de Sara... y formalizar, definitivamente aquella relación y proyecto de “vida a dos” en el que ya estaban comprometidos...

 Como no se fiaban del viejo vehículo que ya andaba haciendo ruidos raros, aunque tendrían que hacer trasbordo y fueran a tardar más,  decidieron viajar en tren.

 Mientras esperaban en la estación, justo el lugar donde se habían visto por primera vez...  Sara, tomando de la mano a Daniel, dijo:

- Hoy estoy más feliz que nunca. Y ¿sabes por qué?

- Sí, creo que lo sé, mi soñadora... Quizá por lo mismo que yo...

- ¡Ah! ¿Y qué es...?

Entonces él, después de hacer una pausa silenciosa, se le manifestó así:

- Al Dios de la Vida yo siempre le había pedido encontrar un amor verdadero, con quien compartirlo todo... Con quien andar por la senda de la Esperanza, y en quien encontrar un verdadero apoyo; para ir haciendo realidad mi ideal de vida: ser para los otros, luchando por el logro de un Mundo nuevo y mejor. Pensaba que no era fácil, pero siempre confié. Ahora, estoy seguro, veo que la Vida me ha regalado... incluso más de lo que esperaba. Porque he encontrado en ti,  Sara, la mujer que busca lo mismo que yo, que está decidida a entregar su vida por estos ideales que nos son coincidentes. Creo que los dos sabemos que es difícil vivir en esta sociedad sin dejarnos arrastrar, muchas veces, por los prejuicios, costumbres,  circunstancias,  miedos establecidos, tradiciones absurdas... 

Entonces, Sara, dijo:
- Gracias, Daniel, tú eres la causa de mi felicidad.  Porque pienso que seremos  capaces de vivir según creemos y soñamos... Yo quiero creer que el Matrimonio no es una meta, sino un caminar por la vida, apoyándonos el uno en el otro, confiadamente... No es, ni puede ser, una sociedad de egoísmos coordinados, dónde cada cual va a lo suyo, a buscar su bienestar por encima de todo. Me gustará que seamos “signo” de que el Amor es presencia de Vida en la Historia, que es fecundo, que es testimonio perenne de la Esperanza.  Y sé que contigo, tú y yo, juntos, podremos.

 Llegó el tren. La pareja de enamorados subió de un salto. No pareciera que iban a viajar sobre raíles..., pues iban en las nubes... 

= = = = = = = = = =

 
Antes de las 24 horas, muchas personas ya habían conocido por Teo, el tendero, que estaban en paz con él; y sin que hubiesen pasado los tres días, más de medio pueblo ya conocía el nuevo estado de sus cuentas: todas habían cambiado el signo de sus saldos: de deudores se habían transformado en acreedores. Era toda una fiesta en el pueblo. ¡Les había ocurrido un milagro!

 Y, aunque hubo quienes se preocuparon de extender la noticia, el caso es que no todo el pueblo participó aún de la alegría colectiva... pues hubo gente que no se había enterado todavía.

 Pero también hubo algunas personas que  hicieron sus averiguaciones para enterarse de quién o quienes les habían ayudado de aquella manera, para  darles las gracias.  Y así lo hicieron, en el momento que pudieron.

 Otros, también, entendieron la lección, la pensaron y se dijeron: “yo también haré lo mismo”. Y aquella misma tarde, perdonaron a todos quienes les debían algo... Y, aprendiendo de ellos, hubo otros y otros que supieron perdonar a sus deudores; en su totalidad o por una parte de lo que tenían pendiente de cobrar.

 Aunque, tristemente desde luego, a pesar de todo, hubo quienes no se enteraron de que habían sido beneficiados de aquel modo. Porque nadie se lo comunicó o porque nunca se preocuparon por saberlo. Sí, se dio el caso de algunas personas que no supieron nada, en un tiempo; o que no quisieron oír (prefiriendo no complicarse teniendo que dar las gracias, para lo que se sentían torpes...).
Nunca falta la gente envidiosa y aquí también apareció quien dijo: “Pues... ¡anda!, los que más debían son los que ahora se han beneficiado más, si yo hubiese sabido...”


Poco a poco, la gente fue sabiendo...

De todo el vecindario beneficiado de las donaciones de Daniel y Sara, hubo quienes les buscaron para ir a darles las gracias;  y, también, quienes nunca lo hicieron. Pero a ellos no le importó, pues no lo habían hecho para que nadie se lo agradeciera, sino para gozar con la felicidad ajena. Ellos habían cumplido con su propósito y se sentían felices.

Y todavía hubo otras  personas (en todas partes hay gente desconfiada y orgullosa) que actuaron de una manera inesperada. Sí, hubo a quienes no les pareció bien aquella generosidad y, después de enterarse, dijeron: “¿Y por qué me van a resolver mis problemas esos que yo no conozco?, de ninguna manera; anda ya,  yo no quiero caridades de nadie;  prefiero seguir con mi deuda antes que tener que sentirme humillado toda la vida; yo, cuando pueda, pago mis deudas y basta... y si no puedo, pues me quedo debiéndolo.  No quiero tener que agradecerle nada a nadie...” 

 Cuando Sara y Daniel se enteraron, lo que dijeron fue:
- Nosotros ofrecimos nuestro regalo generosamente, pero no queremos quitarle a nadie la libertad de elección; quienes quieran seguir atados a sus problemas, que sigan; pues no vale liberar a nadie si no quiere... Libres son de no ser libres.


A partir de aquí, mucha gente supo valorarlos muy positivamente y también aprendieron lo feliz que se puede ser haciendo felices a los demás... 


 


8.- ESPERANZANDO FUTUROS.-



En unos meses, solicitados los permisos, hechas las gestiones pertinentes, la Escuelita fue arreglada y ampliada; mejorando sus servicios y logrando que madres, padres y algunas otras personas dieran apoyo para poder llevar a cabo algunas actividades complementarias.


En un par de años, restaurando el caserón de la finca adquirida por Sara, consiguiendo la ayuda de mucha gente de buena voluntad y ganas de transformar la realidad, en Caminos de la Sierra, fue posible crear la Cooperativa Agrícola, como medio para llevar a cabo un buen desarrollo de aquella comarca rural... Y también la Casa del Pueblo, lugar magnífico para que ¡tantas personas! aprendieran a sentirse más útiles, más dignas, más plenamente felices...

El cambio fue cada vez más real: del desánimo que generaba desesperanzas y miedo a afrontar el futuro e imposibilitaba, a muchos de los habitantes del pueblo, para optar por tomar decisiones;  pasó a transformarse, cabalmente, en un vivir esperanzadamente, confiadamente. Una esperanza esencialmente comunitaria y también activa, promotora de todo un  proyecto generador de cambios;  sabiendo acoger el futuro como un don de la Vida, que les invitaba a atreverse a responder, ante cualquier situación, amorosamente...

Las propias vivencias, cada vez más reales y acertadas de las mujeres y hombres de Caminos de la Sierra, les fortalecía en la lucha común y les lanzaba a creer que, muchas de las cosas que antes eran inimaginables, ahora  sí eran posibles.

= = = = = = = = = =


 

CUESTIONES Y PROPOSICIONES


Con sincera esperanza: ¿creo que otro mundo es posible?

 
¿Tengo esperanza, acaso paciencia (como la expresión más cotidiana de la esperanza)?

 
Respecto al contenido y significado de la libertad: ¿Sé elegir lo que quiero en la vida?, ¿qué es para mí la vida: un regalo o una carga?

¿He encontrado, o siento que estoy cerca de encontrar,  ese “tesoro” que más deseo en mi vida?, ¿con qué dedicación lo he buscado, lo busco?

Mi manera de vivir está... ¿en función de qué?, ¿Tengo una noción completa y coherente de ella?


La vida ¿la merezco dándola? ¿la entiendo como servicio?

 
¿Tengo fe en que el Universo me dará lo que le pido? ¿Veo, en la Historia, la manifestación del Dios-Amor?

Respecto al perdón ¿sé perdonar?. Y ¿sé aceptar el perdón de otras personas, respecto de mis deudas y ofensas?

¿Qué me hace capaz, o me impide,  sentir la alegría de dar lo que tengo (y hasta lo que soy) a los demás?

 
¿Qué entiendo por gratuidad? ¿Tengo la autoconciencia de que lo que he recibido, en la vida, no es del todo mío?

Es más: ¿Siento mi pertenencia al mundo?, ¿me reconozco como que soy como “un tesoro” para los demás?

 
Sobre mi identidad personal, que es lo mismo que mi función social, ¿qué puedo hacer para vivir en el mundo siendo quien soy?

¿He sentido, alguna vez,  la percepción de que tengo una tarea histórica que cumplir? ¿Conozco a gente capaz de organizarse en un proyecto comunitario?, ¿creo que es posible?

 
¿Qué grado de “auto-implicación” tengo...,  para que se haga realidad aquello en lo que creo? ¿Acaso alguna participación desinteresada (quizás hasta arriesgada) en la común responsabilidad social que a todo ser humano le corresponde?


(Este relato forma parte de los publicados en el libro “DESDE EL ALFÉIZAR – aventuras urbanas y leyendas fabuladas para compartir en libertad -”)

3 comentarios:

  1. Espero que termines muy bien el año.

    ¡¡¡¡FELIZ 2014!!!!

    Un abrazo y gracias por hacerme compañía.

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  2. Me encanto tu relato, y tus dibujos supongo al carboncillo. Feliz año. Mi saludo.

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    1. Gracias. No, los dibujos son a plumilla y tinta china (también son míos).

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