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lunes, 12 de marzo de 2018

A GABRIEL



ABATIMIENTO

Cuando un niño muere
por una causa injusta…
el mundo se revela
y hasta grita con angustiada rabia
lo que es incomprensible
y nunca permitido.




Siempre que alguien muere
de un modo inesperado
podemos preguntarnos
¿por qué… sucede esto?
A veces comprendemos
los fiascos o desaires que,
sin anhelarlos, nos depara la vida.

Otras veces, yo pienso que es imposible
encontrar razón alguna para aceptar
las ciertas impiedades que
la cruda realidad nos pone por delante.
No hay respuesta lógica,
aceptable a la razón:
que un crío muera por causas naturales
(acaso una grave enfermedad) es difícil
de entender ¡qué cruel parece,
a veces, la vida
en esta Tierra de entidad mortal!




Pero lo más intolerable, jamás comprensible,
que alguien quite la vida 
a quien la disfruta en flor,
por celos, por manías, tal vez  recelos,
o puro fanatismo… ¡locura atropellada!
La gente que es malvada,
injusta, canalla, indeseable,
que causa estas maldades
¿por qué?, ¿para qué?

Quien no merece ni la consideración
de ser humano, ni de persona;
quien es peor que una bestia animal…
¿acaso ha de tener derecho
a ningún perdón, a alguna consideración?
Hasta sería injusto no reprochar
a esta gentuza su malvado proceder.




Gabriel pide justicia.
No es posible dejar (seguir dejando)
que esto que concebimos
como un mundo “civilizado”
sea lugar perverso
donde se sigan cometiendo,
hasta impunemente, tremendos
atropellos tan ajenos a cualquiera razón.
Él no es nada culpable de haber soñado
con futuros llenos de paz y amor.




Y, desde luego, digno es
que no olvidemos:
que Gabriel ¡nos quede en la memoria!
y que bien comprendamos
que toda criatura que sufre
algún maltrato, siempre injusto,
lo que merece es un abrazo
cálido y solidario
por parte de alguien…
¡de toda persona que en su pecho
albergue un corazón.